
El pasado lunes, en el Lab03, Richard Stallman pronunció (y nunca mejor dicho) una conferencia sobre el tema de las patentes [1] de programación.
En primer lugar habló Jesús González Barahona introdujo el problema informando sobre el estado de las patentes de programación en Europa. La ley de patentes que comparten varios países de la Unión Europea niega explícitamente la existencia de patentes de programación. Sin embargo, en los últimos años, se están otorgando patentes a ideas de programas. Por otra parte, existe un proyecto de aceptar las patentes de programación en el marco de la Unión Europea. Barahona informó de los distintos proyectos que, tanto en el ámbito estatal como en el europeo, se están llevando a cabo para impedir la aprobación de la ley. Entre ellos, se habló de FFII y de Eurolinux en Europa y de Proinnova en el estado español.
Richard Stallman comenzó haciendo una distinción clara entre derechos y de autor y propiedad industrial. En su opinión, la idea de "propiedad intelectual" no sirve sino para ofuscar y confundir: la propiedad intelectual rige los derechos de autor y la propiedad industrial, el derecho de patentes, se aplica a las ideas y a su implementación.
La publicidad de las patentes no es muy distinta a la de la lotería: se hace mucho hincapié en la mínima posibilidad de le toque a uno y se oculta la enorme posibilidad de que no le toque. Para evitar esta trampa, Stallman se centró en cómo afectan las patentes a un programador que está desarrollando un programa nuevo.
El programador que se enfrenta a este problema tiene que tener en cuenta que seguramente ni siquiera pueda tener acceso a todas las patentes existentes que puedan afectarle: algunas son potenciales y secretas; otras tienen nombres oscuros que nada tienen que ver con lo que cubren (algo que sólo un abogado puede saber: a menudo, ni siquiera el dueño de una patente sabe qué cubre).
Cuando un programador se enfrenta a una patente puede hacer tres cosas: o evita la patente o compra una licencia o combate la pertinencia de la patente en los tribunales. El problema es que no todas las opciones son siempre posibles y, a veces, ninguna de ellas es posible. Evitar una patente depende de la amplitud del campo que cubre. Comprarla no siempre es económicamente posible, pero es que además su propietario no está obligado a dar la licencia en ningún caso. Enfrentarse a la patente en los tribunales tiene los problemas que son evidentes y encarece desmesuradamente el proyecto.
A veces se patentan funcionalidades, como las que tiene el cualquier procesador de textos. Se han dado casos en los que se ha tenido que desactualizar la versión por incorporar funcionalidades bajo patente. Funcionalidades que han podido ser patentadas con posterioridad a su uso en programas antiguos (emacs con la expansión de las abreviaturas).
Existe el mito de que las patentes defienden a los genios aislados muertos de hambre. La patente remuneraría es esfuerzo, el sacrificio de ese gran asceta. Como todo mito su conexión con la realidad es muy lejana. En primer lugar, porque la mayoría de las ideas importantes en programación se producen en grupo; y, en segundo lugar, porque en el ámbito de la informática los genios no suelen morirse de hambre, sino que, por lo general, consiguen trabajo.
En teoría los pequeños desarrolladores de programas podrían defenderse de los grandes a través de sus patentes. En la práctica esto no es cierto. Los grandes tiene, además de más dinero, más patentes. Si una patente de un pequeño le interesa a un grande éste se la puede comprar o negociar una licencia cruzada (intercambio o mejor libre uso de una idea patentada a cambio del libre uso de la idea patentada por el otro). Evidentemente, el proceso inverso jamás se da. Así, la ley de patentes te puede defender de otras empresas pequeñas, pero nunca de las grandes.
Desarrollar software en un contexto con patentes es como cruzar un campo de minas. A cada paso la probabilidad de cruzarte con una patente no es muy grande, pero cruzar el campo entero implica casi necesariamente que pisaremos alguna patente.
En un nuevo ejercicio de empirismo, Stallman diferenció la existencia de patentes en el campo del software de la existencia de patentes en otros campos de la industria o la física. Tal vez en éstos, dijo, las patentes sean buenas y necesarias, pero no ocurre así en la programación. ¿Por qué? Porque el software es puro lenguaje: no hay que preocuparse de leyes físicas que pueden desbaratar el proyecto, ni de establecer mecanismo de reemplazo en caso de deterioro (a diferencia de lo que pasa con la válvula de un motor, el programador no tiene que diseñar un mecanismo para reemplazar una línea if en caso de que se estropee). Por otra parte, el proceso de producción de un programa no requiere más que darle muchas veces a la tecla de "Copiar" y no diseñar un mecanismo de producción que implica a muchas empresas y que es a menudo más costoso que el diseño de la idea.
El software es una estructura matemática, es decir puro lenguaje. El software no es una idea, es la encarnación de esa idea un lenguaje. Las patentes impiden el desarrollo del software, premian a uno por el trabajo de muchos, impide el progreso de todos.
La existencia de patentes afecta a todos los desarrolladores de software, pero en el caso de los desarrolladores de software libre las consecuencias son catastróficas. En primer lugar porque es imposible determinar el número de copias que circulan de un programa libre. En segundo, porque no podría mantenerse la gratuidad de los programas.
[1] Una patente es una protección estatal sobre una idea que dura 20 años. Es una concesión que provoca el uso monopólico de esa idea por quien posee la patente, que no está obligado en ningún caso a dar licencias.
(Podéis encontrar dos reportajes fotograficos en la ACP: 1 y 2)
Extraído de la IndyACP, publicado por Zorn. Se permite difundir, citar y copiar literalmente, de forma íntegra o parcial, por cualquier medio y para cualquier propósito, siempre que se mantenga esta nota y se cite procedencia.