El sábado 9 de febrero, con la okupación de un edificio en la calle Amparo 103, se ha reiniciado el proyecto de El Laboratorio, centro social autogestionado, por tercera vez. El Laboratorio, lo dijimos, se queda en Lavapiés.
La okupación de este edificio no debería interpretarse sólo en términos de un conflicto particular entre unos propietarios y un@s okupantes. Es la acción pública de desobediencia civil que actualiza un conflicto a tres bandas: por un lado, las iniciativas sociales y culturales que aspiran a la gestión participativa de los recursos comunes y a la creación de espacios que ayuden a mejorar las condiciones de vida de las personas del barrio; por otro, sí, la propiedad especulativa, que entiende que edificar o gestionar suelo es simplemente un negocio; por otro, y fundamentalmente, las instituciones públicas -y el ayuntamiento en particular-, que deberían cumplir -y no lo hacen- el objetivo principal de atender a las demandas y necesidades sociales
Durante las primeras dos experiencias de El Laboratorio se trató de abrir esa vía de debate y diálogo, infructuosamente. Pero no renunciamos a esa vía, que es la que podría facilitar una salida no traumática a esta iniciativa.
El edificio okupado por El Laboratorio ha estado alrededor de veinte años sin cumplir ninguna función social, sólo utilizado con fines especulativos, una vez extinguida la actividad industrial para la que fue concebido. Los herederos que ahora detentan la propiedad, olvidando que el valor de este edificio es también el producto de la cooperación social y el trabajo de las personas asalariadas de las imprentas que realizaron la producción en los despóticos momentos del franquismo, sólo ven en él la posibilidad de hacer un buen negocio particular. Entretanto, se han despreocupado de su conservación, lo han abandonado y han intentado, por ahora inútilmente, que sea declarado en ruinas. Los proyectos que han presentado para demoler y volver a edificar responden a un criterio segregador de la actividad inmobiliaria: pisos de nueva construcción que por la fuerza del mercado tratan de introducir una nueva tipología social en este barrio sin responder a los criterio básicos del interés social y de las necesidades de las personas -muchas; la mayoría, de hecho- con pocos recursos económicos y culturales de Lavapiés.
Pero ese no es necesariamente el final de este edificio. La Empresa Municipal de la Vivienda ha ofrecido comprar edificios y solares disponibles en el distrito Centro. Este podría ser uno de ellos, si la propiedad y el Ayuntamiento tuvieran una voluntad social. Y podría responder a un proceso de debate y de planificación que se desarrollara entre las diversas iniciativas sociales y vecinales de Lavapiés (y ejemplos no faltan, recordemos al movimiento vecinal de los años setenta y experiencias como la de Porto Alegre y sus formas de participación democrática).
El Laboratorio no okupa para obtener la propiedad. El Laboratorio trata de abrir procesos participativos y democráticos de debate y decisión sobre el modelo de desarrollo, el modelo de convivencia y de organización social de Lavapiés. Ese es uno de nuestros objetivos inmediatos: que las iniciativas sociales de Lavapiés, de Madrid, abran un debate sobre el futuro de este edificio contando con los recursos que el ayuntamiento tiene a su alcance, incluida -desde luego- la expropiación. Un debate cuyos términos podrían girar en torno a la posibilidad de la creación en este terreno de viviendas sociales de alquiler bajo (como llevan proponiendo la Red de Lavapiés y muchas asociaciones de vecinos) y el mantenimiento en parte del espacio de un Centro Social Autogestionado, abierto, democrático y flexible. Un objetivo que tratamos de hacer llegar tanto a la propiedad y al ayuntamiento como a los colectivos sociales de Lavapiés y de Madrid pidiendo y convocando las reuniones pertinentes.
Sólo con un plazo que dé estabilidad a este marco de debate se podrá obtener un resultado positivo.
Pero para eso el ayuntamiento debe tener confianza en su propia ciudadanía. Una confianza que ha negado al decidir el modelo de gestión y participación del Centro Comunitario del Casino de la Reina, al recluir a los colectivos del barrio a una sala del mismo y al proponer una forma de intervención que se centra más en la colaboración con los propios planes del ayuntamiento que en el desarrollo de la libre iniciativa social.
Para ello también la propiedad debería manifestar un criterio abierto. Pero su primer paso ha sido presentar una denuncia, a pesar de ser conscientes de que no pueden llevar a cabo inmediatamente ninguna operación. La propiedad tampoco tiene las manos libres. A pesar de haber procurado la degradación del edificio y obtener así una declaración de ruinas -y la resolución de ese expediente está aún pendiente- y haber esperado paciente y especulativamente la recalificación del edificio -que estuvo parcialmente protegido-, el edificio, orgulloso, se resiste, y una operación de derribo y un proyecto de nueva construcción están condicionados a los permisos municipales y a los nuevos plazos que establece la Ley del Suelo.
Para ello también los jueces a quien corresponde tomar una decisión inmediata deberían tener la flexibilidad suficiente para considerar que una iniciativa que cuenta con una amplia legitimidad social, como es la okupación de El Laboratorio -apoyada por numerosos colectivos y personas de muy diverso tipo-, reclama, más que un inmediato desalojo, un periodo suficiente de tiempo para que el debate social se produzca con la calma y participación necesarias.
Nuestro compromiso pasa también por facilitar un proyecto técnico que demuestre la viabilidad de un uso alternativo de este edificio. Tratemos de buscar entonces para este edificio un futuro diferente del que la especulación, con la dejadez institucional, pretende. Lo que está en juego es la construcción y la defensa de los derechos de ciudadanía (vivienda, socialización, reunión, expresión y comunicación, derechos sociales y económicos amenazados). Buscamos, como tant@s otr@s, ejercer esos derechos y crear el espacio capaz de responder a las nuevas demandas sociales, también por medio del diálogo.
Mientras tanto, El Laboratorio, con sus limitaciones y su precariedad -cada vez menores-, funcionará como siempre: abierto a cualquier propuesta de actividad, receptivo con las iniciativas que necesitan espacios para desarrollarse, comprometido con la necesidad de abrir terrenos para el debate, la comunicación, la creatividad, la experimentación, la transformación de este mundo. "Porque otro barrio y otro mundo son posibles", se cantaba en el carnaval del sábado pasado. La búsqueda de esa posibilidad es nuestro compromiso.