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En Italia, cerca de doscientas personas continúan hoy en la cárcel tras haber sido condenados por delitos cometidos en los años 70. Otras doscientas se encuentran el en exilio. Casi treinta años después de 1968, los dirigentes de los dos movimientos más importantes de la época? Adriano Sofri y yo mismo? deberían permanecer encarcelados hasta el 2015 (Sofri) y el 2005 (en mi caso). Después de tres legislaturas, para ser precisos desde 1987, se han presentado diferentes proyectos de indulto al Parlamento por medio de diputados llenos de buena voluntad: ninguno de esos proyectos ha sido objeto de una verdadera discusión. Podía pensarse que la actual legislatura? en la medida en que se presenta como la que constituirá la Segunda República? iba a cambiar el curso de las cosas. A comienzos de este año, el Papa lanzaba un llamamiento a favor del indulto; en dos ocasiones, entre finales de 1996 y octubre de 1997, el presidente de la República italiana ha invitado al Parlamento a caminar en esa dirección. Cada vez que el indulto regresa al orden del día, no obstante los furores se desatan. Los primeros en protestar, por lo general con bastante energía, son las víctimas y sus familias: a treinta años de distancia, y por oscuras razones, el Estado no ha votado aún ninguna ley de indemnización para las víctimas del terrorismo. A continuación, y según un ritual ya inmutable, da comienzo una campaña de prensa escrita y televisiva que interpreta la opinión pública dándole la tonalidad de una venganza del Estado («Miserables, habéis atacado al Estado, la ley os ha enterrado») o de una denigración estaliniana («Moscas tocineras, pagáis por vuestros delirios»). Y todo ello por lo general redoblado por una llamada al «arrepentimiento» martilleado de manera incesante; pero si el cristiano entiende teóricamente por arrepentimiento una improbable «conversión», el laico empuja mucho más claramente hacia la palinodia. Hay que precisar, por último, que, paradójicamente, los hombres políticos, la policía, los jueces y los fabricantes de opinión están todos de acuerdo en reconocer que en Italia ya no existe ningún peligro de «terrorismo rojo» desde principios de los años 80, que la experiencia se ha agotado completamente y que sus protagonistas han reconocido los errores cometidos. żPor qué, entonces, después de treinta años y en tales condiciones, la democracia italiana no logra cerrar el capítulo de los años 70? Es difícil dar una respuesta al problema sin recordar brevemente lo que fue el 68 el Italia? un largo 68, ya que, en realidad, los acontecimientos duraron hasta el 1977. No se trató de una guerra civil pese a que, de uno y otro lado, se contaran cientos de víctimas: sin duda, porque el objeto del conflicto no era el poder de Estado. Fue, en cambio, un inmenso movimiento de luchas sociales: anclado en un principio en las reivindicaciones clásicas del 68 (voluntad de modernización, antiautoritarismo, feminismo, tercermundismo, etc), el movimiento se incorporó a las luchas de la clase obrera por los salarios y el Welfare y se radicalizó a medida que la crisis económica y social de mediados de los años 70 se hacía más violenta. En el interior de esa radicalización el movimiento vivió la tragedia de una revolución imposible. Los años 70 anticiparon la urgencia de una reforma drástica del sistema político italiano, pero esa reforma sólo devenue realista después de la caída del muro de Berlín. A partir de 1972-1973, aparecieron en el seno de esta agitación social algunos focos de lucha armada de masas, que recuperaban una tradición fuertemente arraigada en el movimiento comunista italiano. Pero no acordarse más que de eso significa quedarse fuera de la historia de un movimiento cuya principal característica fue la de estar presente en las grandes luchas sociales, desde el nacimiento de los consejos de fábrica a las luchas por la liberación de la mujer, la reducción del tiempo de trabajo o un salario garantizado. Y si l'on tient à hablar de la forma en que se armó el movimiento, hay que recordar también que, a partir de diciembre de 1969 la respuesta del Estado a la contestación fue una respuesta abiertamente terrorista. Fueron muchas las masacres que se correspondieron, en aquel momento, con el desarrollo del movimiento y que hoy continúan impunes. Hasta 1977, el movimiento de masas se amplió. Ese año, produjo una última hoguera de creatividad social, pero es también el comienzo de una violenta crisis interna. Incapaz de darse verdaderos dirigentes, sometido a una represión de Estado a la que el Partido Comunista Italiano empieza a prestar ayuda, se disuelve rápidamente. Y es precisamente el momento que eligen las formaciones armadas para mettre en oeuvre su ataque «al corazón del Estado»: el secuestro y asesinato del diputado Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana. Entonces, dos procesos se enganchan simultáneamente. Por una parte, el desarrollo del terrorismo, es decir, una lucha armada que ya ha perdido su base social y que da lugar a una serie de asesinatos cada vez más bárbaros. Por otra, la reorganización de la represión del Estado que, en vez de aislar al terrorismo, identifica con éste a los movimientos de masas mediante un crescendo de «leyes especiales», detenciones masivas y condenas. żPor qué es aún imposible hablar, veinte años después de los acontecimientos, de un indulto o de una amnistía en Italia? Hay que rendirse a la evidencia: la crisis política e institucional abierta por los años 70 no ha terminado. Sólo el partido Refundación Comunista, por voz de sus dos dirigentes, Bertinotti y Cossutta, ha reconocido explícitamente la incapacidad del PCI de aquella época para responder a los movimientos salvo de manera represiva. Las demás fuerzas políticas ya no quieren ni oír hablar del tema. Los años 70 representan un elemento traumático en el que puede leerse el fracaso general de todos. No es casual que, en los años sucesivos, el país permitiera el triunfo de la pequeña república yuppie de Craxi y sus compinches. Completamente externa a esta problematización histórica, la nueva derecha berlusconiana se mueve hoy de manera brutal y plantea el problema del indulto en términos de regateo: se declara dispuesta a votar por el indulto a cambio de una amnistía para Tangentopolis. Y el proyecto de indulto, descuartizado entre la cobardía de algunos y el rechazo de otros, parece extinguirse dulcemente. Sofri, con la lucidez de una inocencia siempre declarada, ha comprendido perfectamente hasta qué punto está embrollada la cuestión del indulto. Ha decidido por tanto adoptar, en su defensa, la difícil vía jurídica de un recurso, con el fin de llegar a la revisión de su proceso. Mucho me temo que su lealtad y su coherencia no le sirvan de nada. La opacidad de la situación general y la dureza de las relaciones de fuerza parlamentarias reenviarán su caso al marco más general de una discusión general sobre la posibilidad de una verdadera solución política a los años de plomo. żLlegaremos entonces a esa verdadera solución política? Tal vez, pero con una sola condición: que los famosos años 70, que todos ahora parecen querer olvidar, recuperen un derecho real de ciudadanía, con toda su aspereza, en el seno de la Historia italiana. Si la democracia quiere pasar la página, es preciso que reconozca la existencia de una minoría que, ciertamente, se equivocó y que sufrió una profunda derrota, pero que luchó por conseguir el cambio. Esa minoría pagó su generosidad con miles de años de cárcel: la misma generosidad de la que hoy deberían dar muestras las instancias del gobierno italiano. Es evidente que un vasto apoyo por parte de todos los que consideran que la homogeneidad de los funcionamientos jurídicos europeos es tan importante como las cuentas de las naciones ofrecería a la clase política italiana la ocasión para reflexionar sobre el problema. Por último, permítaseme agradecer calurosamente a todos los que, en Francia y en el mundo entero, han formado el llamamiento a favor de la amnistía en Italia. El hecho de que los media italianos hayan concedido apenas un poco de espacio al llamamiento no debe desanimarles sino incitarles, por el contrario, a insistir en su razonable exigencia de justicia. Porque, como dice Qohelet en el Eclesiastés (ˇuno hace lecturas muy raras en la cárcel!), el «erudito tiene ojos en la frente/el ignorante avanza a tientas en la oscuridad». Toni Negri --------------------------------------«-- Volver al Indice de "Free the 70´s" «-- Volver al Indice del Archivo de Documentos «-- Volver a la Página Principal del Centro Social |